El tebeo de temática
costumbrista (slice of life en los USA), siempre ha estado presente desde los
inicios del noveno arte. Comenzando por las clásicas tiras de prensa
norteamericanas de los años treinta y cuarenta, como Blondie o Li´l Abner y
siguiendo por la revolución underground sesentera, con Robert Crumb y Harvey
Peckar a la cabeza, hasta llegar a mediados de los noventa donde, a rebufo de
lo que se ha dado en llamar nueva novela gráfica, surgieron títulos de corte
predominantemente autobiográfico, amparados en los nuevos modos y gustos de la
gente. Cuando leer un tebeo dejó de ser una rareza friki y se convirtió en una
sesuda moda para gafapastas (léase modernillos intelectualoides).
De aquella eclosión de
cómics autobiográficos, brillaron con luz propia, una terna de ilustradores de
origen o residencia canadiense. Tres amigos que, como los tres mosqueteros,
dejarán su impronta en la historia del cómic indie con mayor o menor
relevancia; Seth, Chester Brown y Joe Matt.
Seth se ha
especializado en obras con cierto deje nostálgico, tanto en el estilo que
profesa, referenciado en los clásicos dibujantes del New Yorker, como en su
forma de vestir, mientras que sus amigos Chester Brown y Joe Matt desnudan sus
vidas y penurias entre viñetas, mostrando al mundo unas biografías sin más
sentido e interés que la pura curiosidad por unos personajes y situaciones que
sobrepasan el patetismo más soportable.
Consumido continúa el
ciclo vital de Joe Matt por lo más absurdo y pueril de su vida, tras una
inicial Pobre Cabrón, donde ya mostraba un personaje lleno de complejos y
profundamente reprimido en el plano sexual, cuyo carácter huraño, rácano e
insoportable, sacaba a relucir la miseria de una vida llena de inseguridades y
aún así crear un relato ombliguista haciendo partícipe al lector con una
narrativa magistral que permite, en muchos casos, sentirnos reflejados en las
vicisitudes cotidianas del autor.
En este relato, Matt
nos hace partícipes de su obsesión onanista y por la pornografía en formato
doméstico VHS (no quiero pensar la revolución que ha podido suponer internet para
este hombre) que le lleva a hacer selecciones de escenas pornográficas como si
de un documentalista bibliotecario se tratara.
Un personaje que, como
metáfora de su patética vida, apenas sale de su habitación de realquilado,
donde lleva a cabo una actividad masturbatoria compulsiva (de ahí el título) y
cuyo alejamiento de la realidad que le rodea (llega incluso a orinar en
botellas con tal de no salir de su cuarto) le convierte en un hombre mezquino, incapaz
de cualquier tipo de relación con otras personas y al que sus profundas
obsesiones y complejos retraen a lo más profundo del alma humana, encontrando
único consuelo en la autosatisfacción sexual.
Esa ansiedad y
frustración es escasamente compartida, en las pocas salidas que hace con sus
amigos Seth y Chester Brown, que actúan como psicólogos, enfrentando a Matt a
la realidad cotidiana, pero que se rinden a la evidencia de una persona incapaz
de mostrarse al mundo.
Una obra cuyo único
aliciente para el lector es la de regodearse en las miserias ajenas y que
muestra la esperanza que siempre habrá alguien peor que nosotros. Un dibujo
simple pero eficaz, que va al meollo sin distracciones gráficas y casa
perfectamente con la historia que nos cuenta y, a pesar de lo pesimista del argumento, está narrado de una forma excepcional.
2 comentarios:
El traje nuevo del emperador.
Las historias Slice-of-life nunca fueron de mi total agrado. Me he acercado a ellas en ocasiones excepcionales y siempre y cuando tienen una vertiente real y sobre todo con humor o positivistas. Ésta por lo que veo es todo lo contrario. Seguramente sea igualmente un buen cómic por muchas de las descripciones que nos regalas, Jesús.
Muchas gracias por tu reseña.
Publicar un comentario